Él, él es el olor de las páginas de mis libros, tinta. Un chispeante olor a sabiduría que te mantiene segura.
Él, él es el olor del terciopelo y la mar. Un aroma impregnado de un recuerdo que a pesar de terrorífico para uno es el sonido de la ola que rompe contra la roca y la brisa que mece la cuna para el otro.
Él, él es el olor del cómodo asentamiento, prendas antiguas y chocolate. Y cuando no es él es el olor de la desesperación, la impotencia y lo salvaje.
Él, él es el más especial de las fragancias de mi corazón de niña. Él es el olor de las especias, el olor del árbol inmortal que permanece inmóvil en algún pensamiento del pasado. Un árbol que ha resistido tempestades con el poder del ardor de su interior.
Y qué he perdido realmente?
A él, él es el olor de la suave menta y el cigarrillo travieso. El olor de la hierba salvaje y la raza inferior. Una fragancia que me envuelve y que me guía.
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